Era una tarde del julio, visité el museo Kyungin en Insadong. Tomé omijya, el té tradicional, en la cafetería que tenía una forma de la casa tradicional, el estilo Hanok en su jardín. Después de una pausa, volví a caminar sin rumbo y me llamó la atención una puerta colorida y tradicional del templo en el pleno centro de la ciudad.
Al cruzarla, me captó una vista de hojas verdes gigantes y flores rosadas de la planta loto y el cielo azul entre los edificios de rascacielos. Se lo nombraría al paisaje como el tricolor del templo.
Este templo se llama Jogyesa y fue construido en 1395 originalmente durante la época de la dinastía de Joseon. Sin embargo, se ha repetido una historia de destrucción y reconstrucción, cambiando de su nombre como Gakhwangsa, Taegosa y hoy en día, Jogyesa.
Era una tarde tranquila de verano cuando visité por primera vez, y los monjes conversaban en el jardín, sonriendo y hablando con su vestido de color gris claro. Pensar que este templo había llegado hasta aquí en tiempos difíciles me hizo sentir un momento sagrado en el paisaje de vivos colores.