En una mañana otoñal, después de la visita del templo Tōdaiji en Nara, estaba yendo hacia el santuario de Kasuga por la calle “Nigatsu-do Urasandō” de dicho templo, de repente apareció un campo de arroz, recién cosechado con las espigas de arroz doradas colgadas. ¿Quién imaginaría este paisaje de un campo de arroz dentro del terreno del gran templo? Por lo menos, para mi era algo que no me lo esperaba por eso me paré un rato, y me acordé de aquella frase.
“Viajar es como la música. El silencio en la partitura es lo que hace a la música sonar armoizada, esas pausas en el trayecto de un lugar a otro crean momentos inolvidables”
Fue precisamente en aquel instante, en el que este rincón se convirtió en un paisaje inolvidable de mi viaje a Nara. De ahí que cada vez que visito Nara, siempre paseo por la calle de “Nigatsu-do Urasandō” para saludar a mi campo de arroz. Creo que cada rincón tiene su ambiente único, si te fijas. Así que dedico este blog a los rincones preciosos de Japón.